Mientras el gobierno suizo lanza una posible operación de rescate para el gigante bancario en problemas Credit Suisse, vale la pena recordar los niveles masivos de fraude de los que se ha acusado al banco en los últimos años.
En 2014, el banco se declaró culpable de los cargos de fraude fiscal del Departamento de Justicia de EE. UU. después de admitir que ayudó a los contribuyentes estadounidenses a presentar declaraciones fraudulentas y ocultar fondos en el extranjero.
En 2017, Credit Suisse acordó pagar $5380 millones por hacer representaciones falsas e irresponsables sobre valores respaldados por hipotecas residenciales.
Y en 2022, una filtración de denunciantes dentro del banco reveló, en el mejor de los casos, fallas épicas de diligencia debida por parte de Credit Suisse.
La filtración reveló que el banco persiguió, abrió y mantuvo repetidamente cuentas para clientes de alto riesgo involucrados en tortura, tráfico de drogas, lavado de dinero, corrupción y otros delitos graves, según informó The Guardian.
Hoy, Credit Suisse dijo que descubrió “debilidades materiales” en sus controles sobre los informes financieros en 2021 y 2022.
La divulgación, combinada con informes de que el mayor accionista del banco no inyectará más capital en la institución en problemas, provocó una gran caída en las acciones de Credit Suisse.
Poco después, los reguladores suizos anunciaron que el gobierno inyectará capital, si es necesario, en el banco para mantenerlo a flote.
A pesar del potencial de intervención del gobierno, el Banco Nacional Suizo dice que Credit Suisse “cumple con los requisitos de capital y liquidez más altos aplicables a los bancos de importancia sistémica”.
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